La novia del león

 

por Christian Fernández Huerta

 

Según el horóscopo, las personas del signo libra como yo suelen ser conocidas por su naturaleza equilibrada y diplomática, además de disfrutar de actividades artísticas, pero otra característica de la personalidad de los libra es la indecisión. A veces pueden tener dificultades para tomar decisiones, ya que les preocupa elegir la opción incorrecta. Lo bueno es que no creo en los horóscopos, bueno, a veces sí, no siempre, pero también a veces no… Lo que sí creo es que mi lado creativo suele toparse con mi lado pragmático y se suma mi tendencia a sobrepensar las cosas, y eso inevitablemente me genera algún tipo de angustia. Así que con un poco de angustia pero mucha alegría, acepté la invitación para presentar el libro La novia del león, de Elma Correa, y la indecisión me invadió…

   ¿Qué tanto debería hablar de la obra? ¿Qué tanto de la autora? ¿Podemos separar una de otra? ¿Debemos separar una de otra? Tal vez estas preguntas tengan respuestas precisas, pero mi tendencia a sobrepensar, mi indecisión y, según los astros, mi naturaleza equilibrada, me exigió tratar de mantener un balance entre estos aspectos; así que me vi en la necesidad de estructurar esta intervención en tres momentos que me permitan hablar sobre el libro de Elma. La primera parte tiene que ver con el libro como objeto, la segunda es el libro como texto, y, por último, el libro como extensión de la autora.

    Empecemos por el objeto. Juzguemos el libro por su portada y otras cosas más.

   No está de más decir que con la masificación de las tecnologías de la información y comunicación, otros espacios de socialización e intercambio simbólico han surgido, nuevas prácticas se han creado y prácticas comunes se han transformado, como es el caso de la lectura.

   Sin embargo, lo virtual no sustituye a lo concreto, en todo caso lo complementa. Aunque soy partidario de las culturas digitales, en este caso apoyo la tendencia a la “desdigitalización” de las relaciones con los objetos, a veces es necesario un retorno a la analógico y alejarnos de lo digital, aunque lo digital ya sea parte integral de nuestras vidas cotidianas.

   En tiempos de PDF, E-PUB, y libros digitales en pantallas hechas de capas de cristal y plástico, con semi conductores de cobre y estaño, se agradece la cálida materialidad del papel, el color, la textura, el gramaje que se siente al tacto. En tiempos de la virtualización de casi todo, se agradece la experiencia física de algo, y de algo tan bonito como este libro. Perdón por ser mundano, pero es un pinchi libro bonito. Los bibliófilos podrán decir que no hay libros feos, pero sin duda hay libros más bonitos que otros, y este es uno de los más bonitos, es un objeto, según el concepto de belleza de los griegos, bien fabricado, bien hecho, de buena manufactura.

   En lo que refiere no solo al objeto, sino al libro como texto: como ya comenté, en un mundo digitalizado, en tiempos de algoritmos y grandes modelos de lenguajes, donde podemos generar un poema o un cuento, con solo un prompt, es decir, una orden o instrucción que se le proporciona a una herramienta de Inteligencia Artificial, el oficio de escritor cobra mayor relevancia. Generar textos se ha vuelto casi una tarea mecánica, inputs de caracteres para guiar la generación de respuestas o resultados, outputs de líneas y párrafos que aunque coherentes, no son elocuentes. Lógicos en su estructura pero desprovistos de algo, ¿alma? ¿ánima? No sé.

   Ante esta novedosa e interesante forma de producir textos, pero artificial al fin y al cabo, es necesario promover la lectura y la creación de textos realizados con la cabeza y las entrañas, algo que ni la Inteligencia Artificial ni muchos autores pueden lograr. Los textos de Elma están hechos con la cabeza y con las entrañas. Aquí hay nueve cuentos que son muestra del buen oficio de escritora de la autora, que mueven y remueven algo en los y las lectoras. Dentro de los cuentos que conforman esta recopilación, aunque diversos en temática y tono, podemos encontrar elementos en común. Por ejemplo, la estructura helicoidal de su narrativa no es una estructura circular propiamente, en la que al terminar de leer el cuento pareciera que vuelve a iniciarse o algo que se logre a través de la repetición, sino que utiliza un recurso en el que a lo largo de la historia retornamos a ciertos lugares, a ciertas situaciones, a ciertos momentos, una especie de deja vú, pero la historia sigue avanzando.

    En cada uno de esos cuentos, Elma construye pequeños universos autocontenidos, muchos de ellos con una estructura de espiral ascendente, en la cual todos los elementos dispuestos en la narrativa cobran sentido al final de la historia. Esto es mucho más evidente en algunos cuentos que en otros, pero, en general, es un sello de los textos de la autora. Para lograrlo, y lograrlo bien, se requiere de oficio. Esa magia, ese poder de la narrativa bien hecha y en particular del cuento corto, nos transporta brevemente a estos pequeños universos surgidos de la mente de Elma. Durante los minutos de lectura, nos sentimos dentro de la historia y entendemos la lógica y motivaciones de esos mundos a los que nos invita la autora.

    Otro de los elementos característicos de estos textos es la condición de glocalidad. Son textos que funcionan en varios niveles o capas. Son textos locales, por lo que seguramente le serán familiares al lector o lectora, hay personajes, lugares, ambientes que podemos reconocer quienes somos cachanillas o bajacalifornianos,  pero al mismo tiempo pueden ser entendidos, comprendidos y disfrutados por otras personas en otros latitudes y en otros contextos, pues hablan de cosas que suceden en muchas otras partes y en escalas globales. No me atrevería a decir que Elma hace una literatura puramente bajacaliforniana, pero sí hay elementos de localidad muy presentes. Hay una raíz norteña, septentrional, fronteriza (en el sentido más amplio del término) que hace que, quienes crecimos en Mexicali o hemos vivido en Mexicali o quienes habitamos en Baja California, identifiquemos ese “algo”, pero insisto, hay elementos universales, elementos emblemáticos de la literatura de otras regiones, países y momentos. Hay una pequeña clase de literatura en cada cuento.

   En este juego de lo local y lo global, en esta amalgama a la que podemos llamar glocalidad, se encuentra la literatura de Elma Correa.

   Pero entonces, ¿qué tanto de este libro es Elma? ¿Qué tanto de Elma habita este objeto?, o, como comenté al principio de mi intervención: el libro como extensión de la autora.

    Permítanme decir esto como un cumplido y con mucho cariño: estoy seguro de que algunos detractores de Elma pudieron haber dicho hace algún tiempo que no era posible hablar de madurez y de Elma Correa en una misma oración. Pero créanme, es posible… Quienes conocemos a Elma, quienes apreciamos a Elma y su personalidad desparpajada, sabemos que su desfachatez simpática es parte importante de su personalidad, está en sus textos, y queremos que siga ahí. Pero también se ve, se lee en el texto, un crecimiento y una madurez intelectual, se nota la adquisición de nuevos conocimientos, el contacto con otros referentes que trascienden incluso el mundo de la literatura. Como ella en los últimos años, su trabajo también ha cambiado, se ha transformado, pero en la médula sigue siendo la Elma que tanto apreciamos. Esa Elma que, como sus textos, puede ser una hermosa combinación entre algo lúdico y algo siniestro, justo en los márgenes de la comedia negra y la novela rosa.

   Una articulación de frases, palabras e ideas que nos sacan desde una sonrisa hasta una carcajada pero que también nos pueden llevar a una reflexión más profunda, a un pensamiento más denso, a un desamparo emocional. Todo eso está en el texto y todo eso es también una extensión de su persona, un reflejo paralelo de su trayectoria y un resumen del camino andado en la literatura durante las últimas dos décadas.

    En el texto, como en la persona, se nota el desarrollo y la consolidación de Elma como una de las voces más contundentes de la literatura mexicana del siglo XXI. Se nota una madurez creativa que promete todavía más en los años por venir. Elma ha encontrado un equilibrio que aquellos del signo libra tanto buscamos, aunque yo no crea en los horóscopos.

Christian Fernández Huerta. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, maestro en Estudios Socioculturales y doctor en Estudios del Desarrollo Global por la Universidad Autónoma de Baja California. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores de CONACYT. Se ha dedicado a labores de investigación desde el 2006, su área de especialización son los estudios socioculturales y la comunicación. Sus líneas de investigación son: Juventudes, espacio público, tecnologías y participación ciudadana. Algunas de sus últimas publicaciones son «La gasolina encendió la mecha, el agua detonó la movilización: nuevas formas para la organización y la participación juvenil en las marchas contra los gasolinazos y por la defensa del agua en Mexicali” (2020) y «Frontera de paso, la búsqueda de espacios para gente en tránsito» (2021).

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