No habrá un toldo que aletee contra el viento

 

 

(letanía del que está solo)

Si este viernes por la tarde usted se siente solo,
es porque está solo.
Si no encuentra la salida, sabiendo por dónde ha entrado,
o si antes de tiempo dice que ya es tarde,
es porque está solo.
Si toma ese veneno a largo plazo que es la mala fe o la envidia,
es porque está solo.

Si se sienta como un Buda, redondo y lampiño, a esperar que lo

proteja el azar,

es porque está solo.
Si está solo por falta de curiosidad,
o apuesta por el error y después se queja de la mala suerte,
es porque está solo.
Si no le gusta lo que lee, ni lo que ve por la ventana,
y siente que el café tiene gusto a terminal de autobús,
es porque está solo.
Si el mundo se reduce a la mitad y usted no se da cuenta,
es porque está solo.

Y si de verdad está solo,

sepa que este mundo es un instinto que se puede perder.

 

(el desorden de la página en blanco)

No hay cómo llenarla.
Vaciamos la cabeza, las vísceras, el organismo en su tarea,
pero el páramo sigue: un desierto
donde no se sabe si sopla el viento, si algo sobrevivirá;
y cada palabra esconde su conflicto.

La que llega siempre es la duda, puntual como los acreedores,
con la manía de interrogar:
un mapa
sin puntos cardinales
donde la brújula desconfía y siente el placer de discutir.

Y luego la avalancha: cada frase
un desorden
abigarrado como el mercado de Salta al mediodía;
y la página en blanco ya no sabe qué hacer.

 

 

(las respuestas)

Por curiosidad o aburrimiento, como empiezan tantas cosas,
pregunto qué habrá detrás de la pared del fondo,
última frontera donde acaba la charla.
¿Empezará la eternidad, o de la puerta de entrada no pasamos?
¿estará ya todo hecho
y habrá que arreglarse con lo puesto?

Preguntas que cavan hasta la raíz
y cada uno contesta como puede:

la lluvia

con su liturgia, el sol con la suya,
un hueso aspira a ser eterno,
el viento se enreda
y la luna deslumbra con su luz prestada.

En este coro universal

nadie tiene qué decir, pero respuesta es lo que sobra.

 

 

(despedida de los patios)

Haber caminado entre canteros y macetas,
haber ganado y perdido el tiempo entre malvones y helechos,
entre enredaderas;

y ahora

ya no veré la noche estrellada desde un patio, ya no oiré a la lluvia

conversar en las lajas: el patio

es la parte abolida de una casa.
No habrá un toldo que aletee contra el viento,
adiós a las campanadas que bajaban por la parra,
y no estoy hablando de la memoria
sino de lo que amasa el tiempo actual.

Sin que nadie lo advierta,
los patios han concluido su tarea
como los recuerdos que hemos dejado de usar. ♠

 

Poemas extraídos de Tal vez llegue caminando (Barnacle, 2023)

 

 

Fotografía de Noah Berkley

Santiago Sylvester (Salta,1942) Vivió veinte años en Madrid y hoy vive en Buenos Aires. Publicó más de treinta libros en Argentina y España: poesía, cuento, ensayo y antologías; entre otras: Poesía del Noroeste Argentino; de Manuel J. Castilla, Néstor Groppa, Juan Carlos Dávalos y Los que se fueron (poetas argentinos en el exterior). Sus últimos libros de poesía: La conversación, Visor 2017; Llaman a la puerta, Ed. del Dock 2019; Ciudad, Pre-Textos 2020; Letanías, el Suri Porfiado, 2023; y Tal vez llegue caminando (Barnacle, 2023).

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