Se cumplen 92 años del nacimiento de Jorge Ibargüengoitia, y, para recordarlo, decidimos transcribir parte de una conferencia que dio, el 12 de agosto de 1966, en el Palacio de Bellas Artes, en un ciclo llamado “Los narradores ante el público”. Ibargüengoitia tenía 38 años, acababa de publicar la novela Relámpagos de agosto y lo único que había preparado para la plática era su honestidad desfachatada que le duraría toda la vida. Si bien la conferencia de Ibargüengoitia vale la pena oírla toda, hay dos momentos que destacan por encima del resto. El primero se da al inicio de su plática. El segundo viene a la hora de preguntas y respuestas. Pues bien, Ibargüengoitia dice:
1
—Por si no lo saben, yo soy Jorge Ibargüengoitia. No vayan a ustedes a creer que es falta de cortesía que no haya escrito la conferencia. La serie esta se llama “Los narradores ante el público”, entonces si tienen a ustedes aquí a un narrador y ahí está el público, para qué queremos un papelito. Entonces, se me ocurre que lo ideal en estos casos sería que el público hiciera preguntas y el narrador las contestara. Ahora bien, como el público nunca se sabe lo que va a preguntar, es decir, como el narrador no sabe lo que va a preguntar el público y puede que alguien me pregunte qué pienso de la guerra del Vietnam o algo así que no viene al cuento, entonces se me ha ocurrido hacerme tres preguntas que me haría un público ideal, contestarlas y ustedes después se dan la oportunidad de hacer la pregunta que se les antoje. Bueno, las tres preguntas que se me ocurre hacerme son “¿Por qué escribo?”, “¿Cómo escribo?” y “¿Qué escribo?”. “¿Por qué escribo?” me dará oportunidad de hablar acerca de mis motivos. “¿Cómo escribo?” me dará oportunidad para hablar acerca de mis métodos y “¿Qué escribo?” me dará oportunidad para hablar acerca de mis obras.
2
—Yo pienso que el escritor —dice un joven entre el público, de voz solemne— debe identificarse con la época y con la gente. Y por todo lo que usted ha dicho, tal parece que su novela nada más es para usted, nada más la quiere realizar para un simple goce, deleite, placer o desahogo personal. Pero cuando el escritor escribe para sí, nada más preocupándose por lo que le ha pasado, lo que le ha ocurrido, lo que piense en su intimidad, entonces su novela se convierte en individualismo. Y, cuando la novela toma ese carácter, en lugar de educar o llevar un mensaje hacia la gente que la lee…, también la gente por eso la entiende así, en esa forma monstruosa que usted le ha dado. Cuando un escritor escribe así, téngalo por seguro que su novela se va a estancar y va a quedar guardada ahí en cachivaches. Sin llegar a lo que aspira todo hombre de cultura, a que su novela tenga un valor determinado.
—Perdóname —responde Ibargüengoitia—, dígame una cosa… dé usted un ejemplo de…
—¿Un ejemplo de qué?
— De novela que haya sido…
—Haya sido qué y siga siendo…
—No, no, espéreme… ¿Usted ha leído mi novela?
—No, no la he leído.
—Entonces…
—No la he leído porque jamás he visto en ningún lugar…
—Pero entonces, ¿a qué viene, oiga?
—Vengo a oír una persona para ver qué me puede dar a mí…
—Esto es un poco monstruoso, ¿no? Un señor que en su vida ha leído mi novela viene a oír el narrador ante el público y me oye hablar de una novela que no ha leído y me crítica porque mi novela se va a quedar guardada «entre cachivaches». Mi novela, señor, permítame decirle, ha sido editada en español dos veces. Ha sido editada en checoslovaco. Ha sido editada en polaco y ha sido editada en rumano. Si lo entiende un rumano es que no está tan mala, ¿verdad? Ni es tan pequeñita.
—Es el tema…
—¿El tema qué?
—El tema que ha dado como antecedente histórico, el antecedente es lo que llama la atención…
—Está usted criticando mi novela sin haberla leído, señor.
—Ni la voy a leer.
—Si usted crítica lo que acabo de decir, está bien, pero está usted criticando una cosa que no conoce.
—No, no estoy criticando su novela, estoy criticando las opiniones que usted ha dado.
Aparece una voz femenina con acento francés.
—¿Quién está hablando por acá?
—Nada más estaba intentando decirle, que no estaba criticando su novela, sino el punto de vista de usted.
—No, señorita, estaba criticando mi novela, dijo que mi novela se iba a quedar entre cachivaches, no mi conferencia entre cachivaches. Creo que no es legítimo. Bueno, otra pregunta… ¡una pregunta, por favor!