El placer del karaoke

 

 

Escribir un poema
es como atrapar un pez
con las manos
jamás he pescado de esta manera
pero puedo hablar así

Adília Lopes
(trad. Alejandro Giraldo Gil)

 

 

I

alguien cruza la avenida en bicicleta
y piensa que recuerda esas escenas
como si hubiesen ocurrido ayer.
no me molestaría escribirlo si no fuera
por aquella sombra que repite
ah los buenos viejos días
cuando se podía estacionar con facilidad!
afiches ilegibles. nada puede venderse
después de cierto tiempo (caños dorados salen
por la puerta perforada de un auto).
qué haremos con los poemas abandonados?
en verdad no me importa. pero está bien que te lo preguntes.
todos podemos esperar una revancha
mientras lo conocido cambia cien veces en un verano.
hablo con el señor Plymouth Selvedere?
(el niño carnaval que hace chistes con la muerte)
yo no tenía idea de todo esto

II

en su cara el hippismo fracasó
bajo un toldo rojo y blanco. blanco y rojo
una tarde en que ella escuchó decir
que era parte de un póster colgado sobre la cama
de Figaro89 (un usuario con clase
que luce el tatuaje de un pote de yogurt
y la frase crypto trading).
qué va a cambiar para vos? dijo
antes de irse. cualquier historia verdadera
pasa sobre restos de comida y envases semiaplastados
que suelen juntarse en las inmediaciones de los bares
(recuerdos desmontables como carpas beduinas).
puede no gustarte cómo son las cosas.
y nada cambia demasiado de un barrio a otro
por más tristeza que acaricie
esa camisa holgada y limpia de oficina

VIII

cenaremos en Milford. el último lugar abierto
de persianas fluorescentes. la nieve cae
como viejas canciones que ya no queremos escuchar.
ha sido una temporada dura. pero algo se respira
y se ensanchan los pulmones. algo que invita a entrar.
buscar un sitio entre las mesas que parecen de los 80.
miren quién está aquí: es el fantasma
de las noches desperdiciadas felizmente.
suena una radio en un idioma extraño
con la máxima sintonía que la tormenta permite.
alguien habla al otro lado de un micrófono
que podría ser la recepción de un paraíso
o el lamento de un dios desplazado por otras costumbres
o simplemente un locutor desconocido. un tipo común
que sabe que en este momento hay un nuevo cliente
con ganas de que el café demore un poco más


LO SIENTO EL MELODRAMA NO SIRVE

toma café. agarra unos papeles y los deja
esa vendría a ser la escena adecuada a quien ocupa
el lugar en el reverso de las letras. el nuevo director
no sabe tanto de suicidios como de arreglos religiosos
para que lo que tiene que ocurrir efectivamente ocurra.
puedo decirlo así con esos bloques
porque es el modo en que su cabeza procesa
la lentitud y la desesperación.
la crudeza de una foto de Louis Faurer es otra cosa.
fuera del melodrama del jefe y el empleado de este John Doe
el tipo se agarra la cabeza y no sabe cómo volver. es parte
de la verdad aunque el arte quiera darle algún consuelo.
la chica despedida le ruega. dice que conoce muy bien la ciudad
y escribe un artículo sobre sí misma. un poema.
una piedra contra los vidrios de la compañía


IMPLOSIÓN
a Álvaro Luquín

llevo tres borradores de un poema sobre dos personajes
de lo que se llamó drama de desocupados. novelas baratas
de los años 30 y 40. sujetos transparentes que podrían
remitirnos a la mente de Roberto Arlt. en una adaptación
al cine (novela de Barry Benefield) hablan por teléfono
3/4 de las escenas. frases fuera de juego que contrastan
con las interrupciones de una radio en el auto que alguien maneja
hacia un paraíso prometido para quienes han dejado todo atrás.
ahora pienso en esta idea de implosión. pero no es demasiado
el peso de todos esos paraísos ahí afuera? la verdadera estafa
argumental en los mecanismos: “desocupados elegantes” escribe
Arlt y es justamente eso lo que vemos. como si la moral
contaminada de la producción atentara contra la realidad del ocio.
entonces lo que vuela en pedazos debiera ser esa barrera.
el horizonte posible lo que emerge: aire de todas las trampas


TÚ ERES JOHNNY CHAN

una operación de quién sabe cuántos escritores
trabajando a destajo para producir amenazas asiáticas
y equiparar daños. novelas estrechas. guiones flotantes.
nada es poco cuando se quiere vender realmente
(el arte dispara con balas de utilería en estas circunstancias).
no sé si el plan fue exitoso. me interesa ese Johnny Chan
cobrando por una interpretación delicada. con el ritmo
de un kabuki mientras el viejo masca chicle
con un sombrero cubano entre moscas de Singapur.
más o menos patético como el rostro-máscara de la portada
de una revista pulp titulada Popular Science. una mezcla
de caricatura alienígena y vampiros con bombas atómicas
de mano. el misterioso doctor Wu Fang. una copia del famoso
Charlie Chang el detective. reproducciones de una materia
que podemos googlear como técnicas de tenebrismo
y ángulos alemanes fuera de balance

*

un tocadiscos. camisa nacional y problemas
con los cuerpos que no estudian sus libretos.
hay más que nieve en esos movimientos
que copian pasos de baile de los documentales.
le preocupa que todo lo suyo
no reverencie lo suficiente a la tradición:

el placer del karaoke.

corren por las escaleras.
una botella de vino.

apuesto a que no podrías.
el bar tiene personas de vidrio
que sonríen

Fotografía de Hugo Fermé

Diego L. García (Berazategui, Buenos Aires, 1983). Es Profesor en Le­tras, por la UNLP. Entre sus libros figuran Esa trampa de ver (Añosluz, Argentina, 2016), Una voz hervida (Jámpster e-books, Chile, 2017), Una cuestión de diseño (Barnacle, Argentina, 2018), (Fotografías) (Zindo & Gafuri, Arg., 2018; 2da ed. Liliputienses, España, 2020), Las calles nevadas (Barnacle, Argentina, 2020) y Siluetas hablando porque sí (Editorial Casa Vacía, Estados Unidos, 2022). Forma parte de la anto­logía de poesía latinoamericana País imaginario: escrituras y transtextos 1980-1992 (Ay del Seis, España, 2018). Colabora en diversas revistas con reseñas, traducciones y artículos críticos.

Déjanos un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*